Una torre fue mi cuna

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Alcaudete. Breve reseña histórica

Comarca de la Jara. Definición etimológica, marco geográfico y lugar de Alcaudete en ella
El término Jara, que deriva del árabe Sa ‘ra o Chá ‘ra, significa “mata o breña”, y por extensión aquellas tierras cubiertas de este tipo de planta arbustiva. Aunque el significado más apropiado es el de “inhóspito, despoblado, desértico”. Nombre que le pusieron almorávides y almohades (ambos para J. Sánchez Jairo, y estos últimos invasores musulmanes, para el profesor J. De Gregorio) al recorrer estas tierras (Sánchez Jairo, 1999: 21-23; Jiménez de Gregorio, 1982: 5-15).

Se trata de un espacio que ha ido mermando en el tiempo, pero que en el siglo XI abarcaba desde el Tajo al Guadiana, latitudinalmente, y desde Las Guadalerzas (en Los Yébenes) hasta la Sierra de Guadalupe en sentido longitudinal. En 1246, Fernando III el Santo segregará lo que  es más o menos la comarca de los Montes de Toledo. Su hijo Alfonso X el Sabio, menciona esta comarca como Xara, en una donación que hace al juez Velasco Velasquez de Ávila.
A estas separaciones le seguirán en el siglo XIV, los territorios de Valdepuesa y Las Villuercas. A este territorio, que se le denominó Alijar, Montes de Talavera o La Jara, se le volverá a mermar en la división territorial de 1833, cediendo parte a las provincias de Ciudad Real, Badajoz y Cáceres.
Don Fernando Jiménez de Gregorio, diferencia entre Jara Baja (en la que está Alcaudete), Jara Alta (al sur) y Jara Media (al oeste).

Nuestra manera de hablar
La Jara es un territorio lingüístico de interés, y aporta materiales de cierta importancia para la dialectología.
Según el estudio realizado por Florentino García, con diferentes grupos de edad, sexo y nivel de instrucción sobre el castellano de nuestra zona, se llega a la conclusión de que, en las diferentes hablas se aprecia un parentesco con las variedades rurales, en algunos aspectos fonéticos y morfosintánticos (como el artículo presentador de nombres propios, en estos últimos).
En el caso de la relación con las variedades hispanas occidentales, en la fonética, la influencia es poco notable, considerándose procedente de esta zona el cambio de l y r  cuando se encuentran como trabantes, esto es palpable en expresiones como praza  [plaza] o platicante [practicante].
Las influencias meridionales son más visibles en el aspecto fonético, como la palatización de la a final (que puede abocar como e), aspiración del consonantismo implosivo, en especial de la s [omisión en determinadas sílabas, muy dado en los nombres en plural], caída de la d intervocálica y aspiración del fonema /x/ [equivalente a la grafía j]. También lo podemos apreciar en el léxico el influjo sureño, en términos como alicate (buscavidas), u orilla (tiempo atmosférico).
Debido al aislamiento geográfico han pervivido determinados arcaísmos, como la aspiración de la f -latina-,  también visible en Andalucía, Extremadura y la región leonesa. Esta misma razón sirve como explicación igualmente a la vocalización del consonantismo implosivo (Predes García, 2001: 166).

Alcaudete. Breve reseña histórica
Situado en la denominada Jara Baja, se trata de uno de los pueblos de esta comarca con mayor atractivo para el asentamiento desde época prehistórica, por su cercanía al río, además en una zona vadeable, así como por la fertilidad de la tierra de sus terrazas fluviales.
Debe su nombre probablemente a la presencia de algún manantial en la zona, como nos lo afirma el profesor J. De Gregorio, quien cita: Fuente, Fuentes y Fuente de la Zarza (Jiménez de Gregorio, 1983: 56). El origen, nos comenta el mencionado autor, puede estar (según Oliver Asín), en la expresión latina CAPVT AQUA (para Sánchez Jairo CAPUT AQVAE), que los romanos utilizaban en el norte de África con el significado de “manantial, fuente”. La arabización de esta expresión es Qabdaq o Qadbiq, que al adaptarse al romance, resultaría Al-Qabdaq, más el sufijo colectivo latino -ETVM, denominado por Oliver Asín como abundancial. El resultado de este sufijo, la terminación en -ete, nos hace referencia a los orígenes mozárabes del término. Otra interpretación, afirma que su origen está en el colectivo de CAPVT, CAPITETVN, que significaría “conjunto de cabezos, cerros o montecillos”. Los mozárabes habrían añadido el artículo al- e interpretado el sufijo como -etc.  Aunque no está claro que el mencionado sufijo tenga los orígenes explicados, ya que podría ser una adaptación en t al romance del árabe q, con la adición de una e, por posible analogía con el sufijo -ete, variante de ITTVM, ya documentada en esta época. Aparece mencionado por primera vez en el Libro de la Montería de Alfonso XI, como Alcaudete y Alcabdete (Sánchez Jairo.
Del poblamiento primigenio, hay que destacar que en los límites meridionales del término municipal encontramos restos de grabados y pinturas de del denominado Arte Esquemático, sobre las cuales el profesor  J. de Gregorio ya escribió en el número 9 de la revista Pyrenae, en 1973, en las que los data entre el Neolítico  (desde el 10.000 a. C.) y la Edad del Bronce (desde el 1700 ó 1750 aprox.). Estudios posteriores amplían el estudio, alargando su cronología hasta la Primera Edad del Hierro, poniendo como límite el 800 a. C., apuntando además la posible existencia de grabados realizados por pastores, ya dentro de la era Cristiana6.
De su etapa protohistórica, tenemos restos de verracos de granito en el Cortijo. Este tipo de esculturas son propias de los Vettones7.
Del poblamiento romano, se encontraron cuatro sepulcros de ladrillo y tégulas, en el Cerro del  Ángel y en el Cuadro de las Palomas, donde también se halló una pequeña basa de mármol, atribuida a los visigodos.
Época islámica explicada en el Torreón.

Templo parroquial
Los repobladores que se establecen en la zona, a partir del siglo XIII, dependían de las parroquias de Talavera, a las que entregaban diezmos y primicias. Pero a medida que crecían, procuraron administrar sus propios recursos. Con este fin se reúnen una serie de parroquias de los territorios cercanos a Talavera en 1433, para concretar una concordia, de la que nacerá la iglesia de Alcaudete de la Jara, como entidad independiente, entre otras, como la de La Estrella o Azután.  En 1480 se realizará otra concordia, entre las Iglesias de la Estrella y Alcaudete, por un lado, y la de Santa María la Mayor de Talavera (Colegial), por otro, en la que se le asignan a nuestra parroquia las de Belvís, Navalucillos de Talavera, Torrecilla, y Espinoso del Rey
Seguramente en el solar que ocupa, se situara la antigua parroquia, del siglo XIV, cuya fábrica afirma el profesor Jiménez de Gregorio que pudo ser muy similar a la de la parte inferior del Torreón, esto es en argamasa. Seguramente una de las primeras de la zona.
La que actualmente tenemos se comenzó hacia 1534, con los fondos donados por el párroco de la misma, D. Juan de Algarra (natural de Murcia), quien se los entrega a Rodrigo de Aguirre, como depositario, dejando además unos fondos para la creación de un hospital. Muerto Algarra poco después, le sucede en el cargo su sobrino, Cristóbal Bustamante, durante cuyo parroquiado se terminará el cuerpo, hacia  1551. Éste muere en 1569, tiempo este en el que se acaba la capilla en la que se prolonga la nave principal. Le sucede otro sacerdote con el mismo nombre y parentesco con Algarra, hasta 1593, en que fallece. Durante su parroquiado se levantó la torre, comenzándose las obras en 1574. Para estas donó el concejo 1551 peones, con los que se levantó hasta algo menos de un metro de la primera cornisa de la torre.
Los maestros canteros que trabajaron en la obra fueron; Juan de Aguirre, Juan de la Puente y Juan Ortega del Valle. Muerto de la Puente, le sucedió Lorenzo de las Lastras y Lorenzo Gómez (de Aldeanueva).
La terminación de la obra pudo darse en 1596, aunque en el archivo parroquial, D. Clemente Villasante nos afirma que encontró datos que prolongan las obras hasta 1607-1608.
Iglesia fue bendecida en 1580, por el sufragáneo del arzobispo Quiroga, Diego de la Calzada,  obispo de Salona y visitador de Ciudad-Real, Campo de Criptana y Calatrava, advocándola a la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora.

Portada
Se hizo en el parroquiado del primer Bustamante. Es de estilo plateresco, es un auténtico mapa de la evolución constructiva peninsular religiosa, ya que integra elementos medievales tales como las arquivoltas de medio punto que enmarcan la puerta de entrada o la hornacina superior. El arco apuntando que enmarca todo el conjunto, o los arranques de nervaturas en su parte superior (de probable función sustentante de una especie de nártex, para proteger la portada propiamente dicha), también no hablan de esta tradición de fines del Medioevo.
Por otra parte las columnas se suceden en altura a ambos lados de la entrada. Las primeras apoyadas en plintos y rematadas en capiteles,  que sirven de apoyo a las columnas superiores, y los grutescos del amplio friso sobre la puerta (flanqueado por águilas), nos llevan al Renacimiento inicial, dándonos a entender la situación cronológica de transición en la que se sitúa esta construcción.
Debajo de la Hornacina, observamos los escudos de los párrocos que realizaron el templo. El de trece roeles pertenecería a los Bustamante, mientras el del centro en el que se representa un cáliz (que simboliza la dignidad sacerdotal), y el de la derecha, en el que se representa unas hojas de laurel en la parte superior, y un pino al que se aproxima un lobo, representaría al fundador Algarra (aunque habría que comprobar su correspondencia). Encima de éstos, tenemos una hornacina enmarcada en una moldura y flanqueada por leones rampantes.
En la parte opuesta encontramos una entrada más sencilla con arco carpanel.

Resto de la fábrica
Realizada en mampostería con sillería en las esquinas y en los contrafuertes, técnica (esta última) en la que está realizado el más suroccidental de los mismos

Interior
De una sola nave, de 37 metros de largo, por 13 metros de alto, tiene un perímetro de 150 metros, y unos muros de unos dos metros de espesor. Orientada en sentido este-oeste, tiene tres tramos, más el de la capilla, más pequeño. El techo está formado por bóvedas de crucería ojival con tracerías, con arcos cruceros descansan sobre medias columnas, o sobre ménsulas. En las claves de piedras en las que se cruzan las bóvedas, observamos el jarrón de azucenas, propio de la iglesia toledana, y los bustos del Salvador y la Virgen. El arco de acceso al presbiterio es de medio punto, y diferencia claramente el espacio de la nave del de la capilla, a modo de iconostasio diferenciador.
La capilla mayor, de forma poligonal en planta, está decorada con formas de tracería, que arranca de ménsulas. En lo que es el espacio sagrado por excelencia, y creo distinguir el transepto o crucero, en este caso alineado y decorado con unas nervaturas que forman una magnífica cruz.
Agregada anexa a la capilla mayor, está la sacristía, al parecer de la misma época que la Iglesia. Con bóveda de crucería y soporte sobre ménsulas. [En su exterior se aprecia que tapa uno de los ventanales del paramento de la capilla, lo que puede indicarnos, bien su construcción posterior, o bien remodelaciones posteriores en su tejado.]

Tribuna
Construida en 1701, siendo párroco Francisco Martín y García. Su precio fue de 9.751 reales. En su parte superior tiene una barandilla de madera y una superficie amplia para el alojamiento de las clases más pudientes, casi con toda seguridad, en la que se alojaría un órgano mandado construir, a través del vicario visitador de la Colegial, José de los Llanos, en 1708, por el precio de 600 ducados (unos 6600 reales), a D. José Martínez Colmenero, afinador y maestro de órganos de la ciudad de Toledo. Se instala en 1709, comprobando su construcción y afinándolos el organista de la Colegial y maestro de capilla D. Antonio Martínez. Toda esta estructura esta soportada por tres bóvedas de arista, y pilares de claro corte clasicista.

Torre
Es aproximadamente cuadrada, con algo más de siete metros y medio de lado, y una altura de treinta y tres metros y medio. Compuesta por cuatro cuerpos, los dos inferiores están realizados en argamasa con sillería en las esquinas, mientras los dos últimos están realizados en sillería con pilastras ornamentales rematadas con capitel, en una línea más acorde con el clasicismo escurialense del la segunda mitad del siglo XVI. La transición entre cuerpos se realiza con molduras a modo de “plintos”, para disimular la disminución de tamaño del edículo, según ascendemos. El último cuerpo, tiene arcos de medio punto (frente a los inferiores, adintelados), en los cuales aloja dos campanas; una orientada al sur (la más grande), y otra al este. La cubierta está compuesta por una cornisa, cuatro piramidones rematados en esferas, y una pequeña cúpula. De su interior podemos destacar.

La escalera
Se trata del tipo denominado Caracol de Mallorca, tipo muy  empleado en el siglo XVI,  debe su nombre a la realizada por el maestro Guillem Sagrera en la torre noroeste de la Lonja de Mallorca, entre 1435 y 1446, probablemente el primer ejemplo hispánico, estando los primeros ejemplos realizados en la zona levantina. En el siglo XVI ya es empleada por arquitectos como Rodrigo Gil de Hontañón en la Sacristía de la Catedral de Plasencia, Diego de Siloé en el Colegio Mayor del Arzobispo Fonseca, o Andrés de Valdenvira en las iglesias de Valdecarrillo y Huelma [localizar], llegando incluso a pasa a América, donde la encontramos en las torres de la Catedral de México.
Está perfectamente documentada en los tratados de cantería y aparejos que circularon en España en los siglos XVI y XVII, como los de Alonso de Valdenvira, Martínez de Aranda, Juan de Aguirre, Josehp Gelabert o Juan de Portor y Castro, entre otros. Este tipo de escalera es muy probable que  evolucionase de la de husillo (de la que tenemos ejemplo en los dos tramos siguientes) por la progresiva transformación del machón central, de su posición vertical, a un desarrollo helicoidal.
Este modelo ha pervivido hasta el siglo XX, como se puede apreciar (con matizaciones) en el caracol con ojo de una de las torres de la Sagrada Familia.
Los motivos de su origen son la búsqueda de una mayor luminosidad (cenital o proveniente de las ventanas laterales), según Perousse, o para el transporte de bultos o mejor circulación en lugares de reducidas dimensiones, según Palacios9. Sobre las proporciones los maestros de la época dan varias interpretaciones, Gil de Hontañón lo hace en razón del cuerpo humano [lógico en el Renacimiento], Valdenvira se apoya más divisiones segmentarias circulares  y Aranda sólo se centra en la altura. La talla de cada escalón es más laboriosa que la de husillo, en la que con una plantilla sobre un bloque, tallando a escuadra la figura en planta, y rebajando posteriormente la que será la cara inferior, una vez montado, mientras que en la de Mallorca hay que emplear la plantilla por ambas caras del bloque, girándola en la inferior para que ocupe la planta del escalón siguiente, con el fin de definir lo que será el pasamanos de la moldura central10.

Baptisterio
Alojado en parte inferior de la torre, su acceso se realiza a través de un arco de medio punto apoya do en pilastras que guardan una cierta similitud con las que sustentan la tribuna (quizás por emulación al levantar estas últimas). Está cubierta por una bóveda semiesférica, apoyada sobre trompas, sigue un trazado que recuerda las que se realizaban por aproximación de hiladas, y está rematada en su clave por una flor, que se asemeja con la que encontramos en lugares como los plintos de las columnas de la entrada principal.
Su disposición está en consonancia; tanto con la función iniciática que debe cumplir, como con la simbólica (que tenían muchas de las primeras iglesias cristianas peninsulares). De este modo la ubicación a los pies del la Iglesia, nos remite al camino a seguir en la práctica sacramental. Mientras que su orientación hacia occidente se puede interpretar (entre otras razones), por la visión de Cristo como luz que rompe las tinieblas, relacionadas éstas con el oeste, entre las que destacaría mejor la luz del Reino de Dios. En este sentido la renuncia a Satanás en el rito bautismal, refuerza esta simbología11.
En su interior, además encontramos la pila bautismal.  En la parte exterior de la copa se aprecian, enmarcados en cuadros, los escudos de Bustamante (el de trece roeles), Algarra (este causa más dudas, al distinguirse peor), el jarrón de azucenas de la iglesia de Toledo, junto a la mencionada flor de los plintos, situados todos en la entrada.  El fuste es acanalado, mientras que en la basa se distingue una escocia y un toro (moldura convexa), que se apoyan sobre un pie cuadrado embutido en el suelo.

Torre del cura
Tras el primer empuje invasivo, en el siglo X, Abd-al Rahman, impone una defensa consistente en la instalación de una serie de torres como la Torre de Castellanos (Casa de la Torre), la de Ben Cachón (Mecachón) y la que comentaremos en la mencionada en el título del epígrafe. De este modo en el 936, un general y arquitecto del califa visita, por mandato de éste las torres y fortalezas de Atienza y Talavera (Medina Talabira, en la Marca Media), para repararlas y consolidar su función bélica. En la misma, se asegura el poblamiento de una aldea junto al Jébalo, en la que se sitúa Torrebella (Torre vieja).
Durante los siglos XII-XIII habrá una serie de fluctuaciones fronterizas respondiendo a la coyuntura de la guerra entre musulmanes y cristianos:
En 1083, Alfonso VI conquista Talavera, y con ella su alfoz, produciéndose una primera repoblación.
Pero la invasión almorávide, deshace este primer intento repoblador.
De nuevo se cita la Torrebella, dada por Alfonso VII, junto a su aldea.
En 1214, tras las Navas de Tolosa, se estabiliza la situación.
Hay que entender que las diferentes formas de repoblar el territorio, dieron como resultado un conjunto de modelos diversos, tanto en lo referente a la repoblación, como en el control del territorio. De esta manera el territorio controlado por Talavera, tendrá una serie de puntos defensivos, equipados con torre, que servían de avanzadilla táctica, muy importante, sobre todo en el inestable siglo XII. De este modo encontramos:
Husun. Primeras en la jerarquía, con una función defensiva, en la que incluía el alojamiento de las personas bajo su control.
Atalayas. Generalmente circulares, como la de Segurilla.
Castillos. Relacionados con la repoblación cristiana, pueden tener origen musulmán. A partir del S. XIII, se convierten en símbolos de poder. Buen ejemplo los tenemos en el de Oropesa.
Burys. Pequeños recintos amurallados situados en altura, para controlar  el territorio. Tenemos un ejemplo en el Castillejo (Navalmoralejo).
Turres. De tipologías arquitectónicas diversas, desde las que aprovechan antiguas estructuras islámicas, hasta las que se sitúan a modo de atalayas en lugares elevados.
Todas las estructuras descritas, que formaban una red jerarquizada, con funciones diferentes, pasarán a la Baja Edad Media, perdido su valor estratégico, se convierten en núcleos, alrededor de los que se crearán casas-fuertes y alquerías de los señores pobladores de las tierras pertenecientes a  Talavera. Probablemente estamos hablando de estructuras transformadas en asentamientos rurales.
Torres con funciones similares las encontramos, además de los territorios que circundan Talavera,  en el Levante, Lleida, Baza, Zaragoza o Almería, entre otras12.
Situada en el centro del núcleo urbano de Alcaudete de la Jara, es como hemos visto que su origen es  andalusí, aunque hay indicios que confunden esta afirmación, indicando que fue mandada construir por un noble talaverano de la familia Calderón, quien en 1372 dona la dehesa de Castellanos al monasterio de Santa Catalina, en 1372, donde ya existía otra torre, de quien pasara al linaje de los Estrada, hasta el siglo XVIII, en que se donará al párroco de la localidad, Ventura Angulo, quien lo pasará a sus sucesores. Hipótesis ésta, que debería de demostrarse de forma más evidente. También se aprecian restos de un matacán con su ladronera, y algunas saeteras.
En las Relaciones Topográficas de Felipe II se indica que en Alcaudete “no hay fortaleza ninguna sino es una torre antigua de piedra y cal…”, aludiendo que en ella se originó el núcleo urbano. “un cazador…se había allegado a una torrecilla como atalaya, que agora está en el dicho lugar hecha torre en una heredad o guerta de Hernán Duque de Estrada…y había hecho allí junto a ella una choza donde vivía, y que desde allí se había fundado el lugar…”.
Mide 18 metros de altura, tiene planta cuadrada, de mampostería y mal labrados sillares en las esquinas. En su parte norte, tiene un canecillo simple, otro de tres cuerpos al oeste, junto a otros dos  triples perpendiculares al primero, en los que se apoya un arco ciego. La parte superior, de ladrillo, es de época moderna, diferenciada de la medieval de mampostería. Culmina en un tejado a cuatro aguas.
En su interior tiene tres plantas, con cubiertas de bóvedas de arista apuntadas, unas de ellas con chimeneas.

Trazado urbano
El desarrollo del casco urbano de Alcaudete se realiza paralelo al río Jébalo. Su toponimia urbana, se debe, tanto a razones históricas (personajes, antiguos caseríos, como Toledillo), hechos religiosos (Calvario, San Blas, etc.), u otros motivos (Olivares, hoy General Mola, o Perfume, de difícil explicación).
La intensificación de las relaciones comerciales desde la Plena Edad Media, a causa de la expansión urbana que permitió el crecimiento agrario, aumentó las vías de comunicación.
La calle Real, probablemente deba su nombre a su función de vía pública que pudo tener en su momento. Esto puede ser debido a que por esta calle transitaban los ganados que provenientes de Talavera venían a través del cordel de merinas, que ha pervivido hasta nuestros días, y que se menciona en el deslinde de la dehesa de Castellanos, “…donde una cañada antigua los conducía hasta los extremos por el Puerto de S. Vicente…”. Estas vías también se empleaban por otros usuarios. Esta calle es una de la que vertebran el trazado urbano, discurriendo paralela al río. En el Catastro de Ensenada, se la menciona como calle Real de la Estación, debido a que en la misma la Hermandad de Talavera llevaba a cabo en la misma el gravamen sobre los ganaderos que transitaban por sus tierras, que consistía, básicamente en el cobro de un tanto por ciento del total de reses que dispusiera la manada (Alfonso Santorio, 2011: 100).
La plaza de San Blas debe su nombre a una ermita advocada a este santo, ubicada en el mismo lugar.
La calle Ventura Angulo, está dedicada al párroco al que le cedió el duque de Estrada la comentada Torre del Cura.
Rufino Mansi, perteneciente a una de las familias más  ilustres de Alcaudete, fue diputado y senador a cortes hasta 1907, fecha en la que fallece, comunicando este hecho al legislativo D. Gabriel de la Puerta, su yerno.

                                                                Bibliografía

  • ALFONSO SANTORIO, Paula, “Alcaudete de la Jara en el Catastro de Ensenada. Año de 1752”, en en Centenario de Alcaudete de la Jara. 100 años de villazgo (1911-2011), Excmo. Ayto. de Alcaudete de la Jara, 2011
  • JIMÉNEZ DE GREGORIO, Fernando, Comarca de La Jara, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, Diputación Provincial, 1982
  • JIMÉNEZ DE GREGORIO, Fernando, La Villa de Alcaudete de la Jara. Notas para su geografía e historia, Asociación recreativo-cultural “El Torreón”, 1983
  • PACHECO JIMÉNEZ, César, “La fortificación en el valle del Tajo y el alfoz de Talavera entre los siglos XI y XV”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, Historia Medieval, t. 17, 2004
  • PAREDES GARCÍA, Florentino, El habla de la Jara. Los sonidos, Universidad de Alcalá, 2001
  • PORTELA HERNANDO, Domingo, “Los grabados rupestres postpaleolíticos del “Martinete”, Alcaudete de la Jara. Toledo (España)”, en MARTÍNEZ GARCÍA, J. y HERNÁNDEZ PÉREZ, M. S. (Eds.), Actas del Congreso de Arte Rupestre Esquemático en la Península Ibérica: Comarca de los Vélez, 5-7 de Mayo de 2004
  • SÁNCHEZ JAIRO, Javier, Toponimia mayor de la tierra de Talavera, Ayuntamiento de Talavera de la Reina, Talavera de la Reina, 1999

Alcaudete en 1914

En el siguiente enlace se puede ver aquellos datos registrados en la documentación oficial, en la prensa de la época y en trabajos de paisanos nuestros acerca de nuestra localidad.

 

 

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Nuestra historia

OLYMPUS DIGITAL CAMERAComarca de la Jara. Definición etimológica y marco geográfico

El término Jara deriva del árabe Sa ‘ra o Chá ‘ra, significa “mata o breña”, y por extensión aquellas tierras cubiertas de este tipo de planta arbustiva. Aunque el significado más apropiado es el de “inhóspito, despoblado, desértico”. Nombre que le pusieron almorávides y almohades (ambos para J. Sánchez Jairo1, y estos últimos invasores musulmanes para el profesor Jiménez de Gregorio2) al recorrer estas tierras.

Se trata de un espacio que ha ido mermando en el tiempo, pero que en el siglo XI abarcaba desde el Tajo al Guadiana, latitudinalmente, y desde Las Guadalerzas (en Los Yébenes) hasta la Sierra de Guadalupe en sentido longitudinal. En 1246, Fernando III el Santo segregará lo que es más o menos la comarca de los Montes de Toledo. Su hijo Alfonso X el Sabio, menciona esta comarca como Xara, en una donación que hace al juez Velasco Velasquez de Ávila.

A estas separaciones le seguirán en el siglo XIV, los territorios de Valdepuesa y Las Villuercas. A este territorio, que se le denominó Alijar, Montes de Talavera o La Jara, se le volverá a mermar en la división territorial de 1833, cediendo parte a las provincias de Ciudad Real, Badajoz y Cáceres.

Don Fernando Jiménez de Gregorio, diferencia entre Jara Baja (en la que está Alcaudete), Jara Alta (al sur) y Jara Media (al oeste).

Nuestra manera de hablar

La Jara es un territorio lingüístico de interés, y aporta materiales de cierta importancia para la dialectología. En las diferentes hablas se aprecia un parentesco con las variedades rurales, en algunos aspectos fonéticos y morfosintánticos (como el artículo presentador de nombres propios, en estos últimos)3.

En el caso de la relación con las variedades hispanas occidentales, en la fonética, la influencia es poco notable, considerándose procedente de esta zona el cambio de l y r cuando se encuentran como trabantes, esto es palpable en expresiones como praza [plaza] o platicante [practicante].

Las influencias meridionales son más visibles en el aspecto fonético, como la palatización de la a final (que puede abocar como e), aspiración del consonantismo implosivo, en especial de la s [omisión en determinadas sílabas, muy dado en los nombres en plural], caída de la d intervocálica y aspiración del fonema /x/ [equivalente a la grafía j]. También lo podemos apreciar en el léxico el influjo sureño, en términos como alicate (buscavidas), u orilla (tiempo atmosférico).

Debido al aislamiento geográfico han pervivido determinados arcaísmos, como la aspiración de la f -latina-, también visible en Andalucía, Extremadura y la región leonesa. Esta misma razón sirve como explicación igualmente a la vocalización del consonantismo implosivo.

El nombre de Alcaudete

Situado en la denominada Jara Baja, se trata de uno de los pueblos de esta comarca con mayor atractivo para el asentamiento desde época prehistórica, por su cercanía al río, además en una zona vadeable, así como por la fertilidad de la tierra de sus terrazas fluviales.

Debe su nombre probablemente a la presencia de algún manantial en la zona, como nos lo afirma el profesor J. De Gregorio, quien cita: Fuente, Fuentes y Fuente de la Zarza4. El origen, nos comenta el mencionado autor, puede estar (según Oliver Asín), en la expresión latina CAPVT AQUA (para Sánchez Jairo CAPUT AQVAE), que los romanos utilizaban en el norte de África con el significado de “manantial, fuente”. La arabización de esta expresión es Qabdaq o Qadbiq, que al adaptarse al romance, resultaría Al-Qabdaq, más el sufijo colectivo latino -ETVM, denominado por Oliver Asín como abundancial. El resultado de este sufijo, la terminación en –ete, nos hace referencia a los orígenes mozárabes del término. Otra interpretación, afirma que su origen está en el colectivo de CAPVT, CAPITETVN, que significaría “conjunto de cabezos, cerros o montecillos”. Los mozárabes habrían añadido el artículo al– y habría interpretado el sufijo como –ete. Aunque no está claro que el mencionado sufijo tenga los orígenes explicados, ya que podría ser una adaptación en t al romance del árabe q, con la adición de una e, por posible analogía con el sufijo -ete, variante de ITTVM, ya documentada en esta época5.

Aparece mencionado por primera vez en el Libro de la Montería de Alfonso XI, como Alcaudete y Alcabdete.

Hecha esta sucinta alución a los posible orígenes de la toponimia que compone el nombre de nuestra localidad, añadimos una serie de enlaces en los que se puede leer y descargar una serie de documentos en los que se hace un breve recorrido diacrónico por la historia de nuestra localidad.

Recopilación de datos históricos realizada por D. Fernando Jiménez de Gregorio en la revista  Anales toledanos, publicada por la Diputación Provinicial de Toledo

Click to access 13.pdf

 

Descripción de Alcaudete, realizada en 1957 en dos números de la revista Provincia, publicada por la institución provincial mencionada anteriormente.

Click to access 1957_5.pdf

Click to access 1957_6.pdf

 

Sección del Excmo. Ayto. de Alcaudete de la Jara

http://www.alcaudetedelajara.es/index.php/ayuntamient/historia

 

1SÁNCHEZ JAIRO, Javier, Toponimia mayor de la tierra de Talavera, Ayuntamiento de Talavera de la Reina, Talavera de la Reina, 1999, pp. 21-23.

2 JIMÉNEZ DE GREGORIO, Fernando, Comarca de La Jara, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, Diputación Provincial, 1982, pp. 5-15.

3PAREDES GARCÍA, Florentino, El habla de la Jara. Los sonidos, Universidad de Alcalá, ISBN: 84-8138-456-9

4JIMÉNEZ DE GREGORIO, Fernando, La Villa de Alcaudete de la Jara. Notas para su geografía e historia, Asociación recreativo-cultural “El Torreón”, 1983, p. 56.

5Ibídem 1.

Relación de corporaciones municipales en Alcaudete de la Jara entre 1908-1927

Entre las fechas citadas en el título de este epígrafe, se producía en nuestro país el agotamiento del sistema canovista conocido como Restauración, y el intento de crear un Estado corporativo (en consonancia con lo que estaba sucediendo en otras zonas del Viejo Continente) por parte del directorio militar que Miguel Primo de Rivera encabezó.

Mientras tanto, en nuestra localidad se sucedían una serie equipos municipales, encargados de dirigir la vida política alcaudetana del momento. Aportamos algunos de ellos en función de la documentación oficial de la época.

 

 

Relación de corporaciones municipales en Alcaudete de la Jara entre 1908-1927[1].

 

Componentes a día 25 de enero de 1909

Alcalde: D. José Gómez Granda.

Primer Teniente de Alcalde: Olegario Eugercios Bonilla.

Segundo Teniente de Alcalde: Nicolás Salas Recio.

Síndico: Victoriano Farelo Valero.

Interventor: Justiniano Cepeda Gutiérrez.

Concejales: Esteban Juárez Alonso, Isidro Muñoz Alfonso, Nicasio Chico Torrejón e Hipólito López Íñigo.

 

Componentes a día 1 de enero de 1910

Alcalde: José Gómez Granda.

Concejales: Nicolás Salas Merino, Julián Fernández Villalba, Cándido Pineda Herrera, Lorenzo Salas Merino, Juan Manuel Bonilla Abad, Luciano Gómez Domínguez, Isidro Muñoz Alfonso, Eugenio Montemayor Turnez y Francisco Malagón Rodríguez.

Secretario: José del Pino

 

Componentes a día 21 de enero de 1912

Alcalde: José Gómez Granda.

Concejales: Nicolás Salas Merino, Jorge Martín Gutiérrez, Francisco López de los Hoyos, Pablo Cajas Aguado, Isidro Muñoz Alfonso y Marcelino Salas Eugercios.

Secretario: José del Pino

 

Componentes a día 1 de enero de 1913

Alcalde: José Gómez Granda.

Concejales: Nicolás Salas Merino, Jorge Martín Gutiérrez, Francisco López de los Hoyos, Pablo Cajas Aguado, Marcelino Salas Eugercios, Federico Nieto Gutiérrez, Leoncio Labrador García, Jerónimo Labrador García Félix Luna Malagón.

Secretario: Martín del Pino.

 

Componentes a día 1 de enero de 1915

Alcalde: José Gómez Granda.

Primer Teniente de Alcalde: Nicolás Salas Merino.

Segundo Teniente de Alcalde: Jorge Martín Gutiérrez.

Regidores (sic): Francisco López de los Hoyos, Pablo Cajas Aguado, Marcelino Salas Eugercios, Federico Nieto Gutiérrez, Leoncio Labrador García, Jerónimo Labrador García y Félix Luna Malagón.

Secretario: Martín del Pino.

 

Componentes a 1 de enero de 1920

Alcalde: Julián Fernández Villalba

Concejales: Jorge Martín Gutiérrez, Cándido Pineda Herrera, Arturo Méndez Martínez, Eduardo Farelo Valero, Eustasio Espinosa Cerro, Félix Luna Malagón, Pablo Cajas Aguado, Antonio Dapica Mora y Nicolás Salas Merino.

Secretario: Demetrio Muñoz.

 

Composición del ayuntamiento a día 20 de agosto de 1920[2] (acorde al acto de constitución del mismo, por la inclusión de los concejales electos).

Alcalde: Adolfo Ángel Gómez Corral.

Primer Teniente de Alcalde: Francisco Gómez Granda.

Segundo Teniente de Alcalde: Arturo Méndez Martínez.

Regidor Síndico: Francisco Alfonso Gómez.

Regidor Interventor: Antonio Miguel Calderón.

Secretario: Serafín Díaz.

 

Corporación a día 10 de enero 1925

Alcalde “accidental” (sic): Antonio Bereguer Donaire. No obstante a 16 de enero firmaba como tal Atilano López (BOPT 05-01-1925).

Concejales: Julián Fernández Villalba, Nicolás Salas Merino, Jorge Martín Gutiérrez, Eufrasio Rico Pino, Justiniano Calderón Farelo, Félix Luna Malagón, Ángel Muñoz Luna.

Antonio Gonzalo Gutiérrez y Quiterio Flores González (depositario de los fondos municipales).

Secretario: Serafín Díaz.

 

Corporación a 1 de enero de 1926

Alcalde: Julián Fernández Villalba.

Concejales: Antonio Berenguer Donaire, Nicolás Salas Merino, Jorge Martín Gutiérrez, Eufronio Rico Pino, Justiniano Calderón Farelo, Pablo Cajas Aguado, Antonio Gonzalo Gutiérrez, Claudio Plaza Gutiérrez y Quiterio Flores González.

Secretario: Serafín Díaz.

 

Corporación a 1 de enero de 1927

Alcalde: Julián Fernández Villalba.

Concejales: Antonio Berenguer Donaire, Nicolás Salas Merino, Jorge Martín Gutiérrez, Eufrasio (sic en el BOPT, puede tratarse de un error en este boletín o en el anterior) Rico Pino, Justiniano Calderón Farelo, Pablo Cajas Aguado, Antonio Gonzalo Gutiérrez, Claudio Plaza Gutiérrez y Quiterio Flores González.

Secretario: Serafín Díaz.

 

 

[1] Fuente: Archivo de la Diputación Provincial de Toledo, Boletines Oficiales de la Provincia. En algunas de las corporaciones como se puede ver hay menos componentes. Esto es debido a que en determinados listados aparecen varios puestos de concejales como vacantes.

[2] En el BOPT revisado (17-09-1920), se nos afirma que la comisión encargada de la Instrucción Pública en nuestra localidad (la cual se ocupaba también de la Beneficencia, la Sanidad y las Funciones y Festejos) estaba compuesta por los concejales Arturo Méndez y Francisco Alfonso.

Los pastos en el Antiguo Régimen

Los pleitos por el disfrute de los pastos comunales fue una situación muy común en tiempos del Antiguo Régimen.
En el enlace podemos un pormenorizado estudio de la doctora en historia Paula Alfonso acerca de una de estas pugnas entre los concejos de Talavera de la Reina y Alcaudete de la Jara.

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La enseñanza en el pasado

La Historia de la Educación a nuestro juicio ha sido siempre una forma de reconocimiento hacia aquellos que han dedicado su vida a la enseñanza, así como una manera de demostrar que todo avance en este campo es siempre un beneficio para la sociedad. En el siguiente enlace se puede leer un artículo sobre las las infraestructruras inauguradas en la jareña localidad de Alcaudete en 1927. En ellas se puede apreciar un ápice de lo indicado, concretamente en el logró de la edificación de unas instalaciones nuevas, que, si bien no tenían la frescura y la idealización que las del primer proyecto, sí que se pueden ver como un avance más en las condiciones de docentes y educandos.

La desamortización

Los procesos desamortizadores que tuvieron lugar en nuestro país durante la centuria decimonónica, sirvieron para consolidar las nuevas élites económicas y políticas, más conocidos como los liberales. Estos, que vinieron a reemplazar en buena parte a los anteriores estamentos dominantes en el Antiguo Régimen, vieron en la adquisición de tierras, que el Estado decidió liberar de las “manos muertas”, un refuerzo para la consolidación de su posición, además de una inversión segura.

La oportunidad de la realización de una reforma agraria, la cual ya estaba en la mente de algunos ilustrados españoles, y que, a su vez, hubiera permitido el surgimiento de una amplia clase media que vertebrara socialmente el país, quedó aplazada nuevamante. De esta forma, el carácter latfundista de la estructura agraria española (sobre todo en su mitad meridional), tuvo continuidad dentro del régimen liberal.

Aportamos el enlace a la primera parte de un pequeño estudio sobre estos procesos en la localidad de Alcaudete de la Jara (Toledo), publicado en la revista Alcalibe, editada por el Centro Asociado a la UNED en Talavera de la Reina.

http://www.uned.es/ca-talavera/publicaciones/alcalibe10/121-144.DesamortizacionMendizabalYEspartero.pdf

La siguiente publicación, basada en la reactivación de las desamortizaciones por Pascual Madoz, durante el Bienio Progresista (1854-1856), se puede encontrar en los números 18-19 de la revista Cuaderna, publicada por el colectivo de investigación histórica Arrabal (http://www.colectivoarrabal.com/).