Una torre fue mi cuna

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La catedral de la Jara

Templo parroquial de Alcaudete de la Jara

Los repobladores que se establecen en la zona, a partir del siglo XIII, dependían de las parroquias de Talavera, a las que entregaban diezmos y primicias. Pero a medida que crecían, procuraron administrar sus propios recursos. Con este fin se reúnen una serie de parroquias de los territorios cercanos a Talavera en 1433, para concretar una concordia, de la que nacerá la iglesia de Alcaudete de la Jara, como entidad independiente.  En 1480 se tiene lugar otra concordia, entre las Iglesias de la Estrella y Alcaudete, por un lado, y la de Santa María la Mayor de Talavera (Colegial), por otro, en la que se le asignan a nuestra parroquia las de Belvís, Navalucillos de Talavera, Torrecilla, y Espinoso del Rey.

Seguramente en el solar que ocupa se situara la antigua parroquia, del siglo XIV, cuya fábrica afirma el profesor Jiménez de Gregorio que pudo ser muy similar a la de la parte inferior del Torreón, esto es en argamasa. Seguramente una de las primeras de la zona.

La que actualmente tenemos se comenzó hacia 1534, con los fondos donados por el párroco de la misma, D. Juan de Algarra (natural de Murcia), quien se los entrega a Rodrigo de Aguirre, como depositario, dejando además unos fondos para la creación de un hospital. Muerto Algarra poco después, le sucede en el cargo su sobrino, Cristóbal Bustamante, durante cuyo parroquiado se terminará el cuerpo, hacia 1551. Este muere en 1569, tiempo este en el que se acaba la capilla en la que se prolonga la nave principal. Le sucede otro sacerdote con el mismo nombre y parentesco con Algarra, hasta 1593, en que fallece. Durante su parroquiado se levantó la torre, comenzándose las obras en 1574. Para estas donó el concejo 1551 peones, con los que se levantó hasta algo menos de un metro de la primera cornisa de la torre.

Los maestros canteros que trabajaron en la obra fueron; Juan de Aguirre, Juan de la Puente y Juan Ortega del Valle. Muerto de la Puente, le sucedió Lorenzo de las Lastras y Lorenzo Gómez (de Aldeanueva). La terminación de la obra pudo darse en 1596, aunque en el archivo parroquial D. Clemente Villasante nos afirma que encontró datos que prolongan las obras hasta 1607-1608.

Iglesia fue bendecida en 1580, por el sufragáneo del arzobispo Quiroga, Diego de la Calzada,  obispo de Salona y visitador de Ciudad-Real, Campo de Criptana y Calatrava, advocándola a la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora.

Portada


Se hizo en el parroquiado del primer Bustamante. Es de estilo plateresco, es un auténtico mapa de la evolución constructiva peninsular religiosa, ya que integra elementos medievales tales como las arquivoltas de medio punto que enmarcan la puerta de entrada o la hornacina superior. El arco apuntando que enmarca todo el conjunto, o los arranques de nervaturas en su parte superior (de probable función sustentante de una especie de nártex, para proteger la portada propiamente dicha), también reflejan otro de los rasgos de esta tradición edilicia de fines del Medioevo.

Por otra parte, las columnas se suceden en altura a ambos lados de la entrada. Las primeras apoyadas en plintos y rematadas en capiteles, que sirven de apoyo a las columnas superiores, y los grutescos del amplio friso sobre la puerta (flanqueado por águilas o aves fénix), nos llevan al Renacimiento inicial, dándonos a entender la situación cronológica de transición en la que se sitúa esta construcción.

Debajo de la Hornacina, observamos los escudos de los párrocos que realizaron el templo. El de trece roeles pertenecería a los Bustamante, mientras el del centro en el que se representa un cáliz (que simboliza la dignidad sacerdotal o las llagas de Cristo), y el de la derecha, en el que se representa unas hojas de laurel en la parte superior, y un pino al que se aproxima un lobo, representaría al fundador Algarra (aunque habría que comprobar su correspondencia). Encima de éstos, tenemos una hornacina enmarcada en una moldura y flanqueada por leones rampantes.
En la parte opuesta encontramos una entrada más sencilla con arco carpanel. El resto de la fábrica está realizada en mampostería con sillería en las esquinas y en los contrafuertes, técnica esta última en la que está realizado el más suroccidental de los mismos, probablemente con el objetivo de soportar mejor los empujes.

Interior

De una sola nave, de 37 metros de largo, por 13 metros de alto, tiene un perímetro de unos 150 metros, y unos muros de dos metros de espesor aproximadamente. Orientada en sentido este-oeste, tiene tres tramos, más el de la capilla, más pequeño.

La Catedral de La Jara tiene, simplificando mucho, dos estilos arquitectónicos, que, a su vez son testimonio de las técnicas de construcción que imperaban entre los coetáneos que se encargaron de su diseño y edificación. El más veterano es el gótico, sistema que llevaba siglos establecido en los territorios peninsulares de la Monarquía Católica y que llegaba a su canto de cisne en la centuria en que se construía el templo alcaudetano (siglo XVI).

No es posible definir globalmente la arquitectura gótica en base a los elementos que la configuran. No obstante, es evidente que algunos de ellos resultan arquetípicos en el contexto de modelos como puede ser las construcciones templarias.

Viollet-le-Duc planteó en el siglo XIX la teoría de los tres elementos que podían definirse como básicos en la arquitectura gótica: el arco apuntado, la bóveda de crucería y el arbotante. Este último es reemplazado en la iglesia de Alcaudete por contrafuertes macizos (quizá la herencia románica, o simplemente la búsqueda de una sencillez que abaratara costes, pueden estar entre los motivos del empleo de estos elementos utilizados para contrarrestar fuerzas ejercidas por las bóvedas).

El arco ojival o apuntado ya había sido empleado en la arquitectura europea occidental románica de Borgoña, en Provenza, en Aquitania y en Poitou, por lo que fue incorporado a la arquitectura cisterciense. Frente al arco de medio punto, el apuntado reducía los empujes laterales, permitiendo una considerable verticalidad al nuevo estilo.

Aunque será la bóveda de crucería el componente que ha dado lugar a un mayor número de interpretaciones desde el punto de vista funcional y plástico. Se podría definir como una especie de bóveda de arista (que a su vez la configuran dos bóvedas de cañón) que se refuerza por los nervios diagonales cruzados en la clave. Se halla enmarcada longitudinalmente por arcos formeros y transversalmente por arcos perpiaños. Las ventajas de la bóveda de arista llevaron a los arquitectos medievales a experimentaciones que dieron lugar a la bóveda de crucería o de nervios, fundamento del sistema constructivo gótico. Consiste en la construcción de cuatro arcos haciendo un cuadrado y otros dos que se cruzan en diagonal. Las tradicionales bóvedas de arista transforman sus encuentros en nervios estructurales sobre los que se apoyan los paños de este tipo de techumbre, simple cerramiento ahora sin función estructural, lo que permite que los pesados arcos fajones anteriores se transformen en ligeros nervios principales.

Este diseño del edificio gótico, estructura esquemática de líneas verticales de esfuerzos en pilares y de líneas horizontales de transmisión exteriores a la construcción principal, arbotantes o contrafuertes, liberan a los muros tradicionales de su función de carga, convirtiéndose en simples cerramientos del espacio, lo que propició en muchos casos su sustitución por paños acristalados. Este genial equilibrio estructural se consiguió por el método de la prueba y el error, sin reglas teóricas muy elaboradas sobre su composición de fuerzas, e incluso sin un control claro del concepto de fuerza y de su línea de definición.

A partir de este esquema inicial se desarrollan la bóveda sexpartita, si se añade un tercer nervio transversal; de terceletes, cuando varios nervios parten de un mismo punto; o estrellada cuando los nervios secundarios se multiplican, dando lugar a claves secundarias.

En este punto es donde enlaza el templo jareño con una de las grandes corrientes arquitectónicas del Medievo peninsular. Según se avanza hacia el presbiterio, se traspasa el arco triunfal (esto es, el que da paso de desde la nave al presbiterio) el visitante se encuentra con una bóveda de estrella que guarda mucha similitud con las que diseñaron arquitectos como Rodrigo Gil de Hontañón.

Hecha esta introducción se aporta una imagen con la descripción de cada uno de los elementos que componen la bóveda estrellada de la estructura templaria alcaudetana.

DESCRIPCIÓN DE LA BÓVEDA QUE CUBRE EL PRESBITERIO DEL TEMPLO PARROQUIAL DE ALCAUDETE DE LA JARA. FOTOGRAFÍA CEDIDA POR CORTESÍA DE JAIME FARELO

Como se puede comprobar, cada parte de la tectónica constructiva de un edificio tan cargado de siglos y arte es digna de valorar por la tradición que encierra en sí misma, fruto de cientos de años de trabajo manual e intelectual que los convierte en un tesoro patrimonial directamente proporcional a su longevidad, maestría, así como a las dimensiones resultantes.

Tribuna

Construida en 1701, siendo párroco Francisco Martín y García. Su precio fue de 9.751 reales. En su parte superior tiene una barandilla de madera y una superficie amplia para el alojamiento de las clases más pudientes, casi con toda seguridad, en la que se alojaría un órgano mandado construir, a través del vicario visitador de la Colegial, José de los Llanos, en 1708 por el precio de 600 ducados (unos 6600 reales), a D. José Martínez Colmenero, afinador y maestro de órganos de la ciudad de Toledo. Se instala en 1709, comprobando su construcción y afinándolos el organista de la Colegial y maestro de capilla D. Antonio Martínez. Toda esta estructura esta soportada por tres bóvedas de arista, y pilares de claro corte clasicista. Este órgano desapareció que sería sustituido por otro más moderno en épocas más recientes.

Torre

Es aproximadamente cuadrada, con algo más de siete metros y medio de lado, y una altura de treinta y tres metros y medio. Compuesta por cuatro cuerpos, los dos inferiores están realizados en argamasa con sillería en las esquinas, mientras los dos últimos están realizados en sillería con pilastras ornamentales rematadas con capitel, en una línea más acorde con el clasicismo escurialense de la segunda mitad del siglo XVI. La transición entre cuerpos se realiza con molduras a modo de “plintos”, para disimular la disminución de tamaño del edículo, según ascendemos. El último cuerpo, tiene arcos de medio punto (frente a los inferiores, adintelados), en los cuales aloja dos campanas; una orientada al sur (la más grande), y otra al este. La cubierta está compuesta por una cornisa, cuatro piramidones rematados en esferas, y una cúpula. De su interior podemos destacar.

La escalera

Destacar el primer tramo realizada en el estilo denominado caracol de Mallorca, tipo muy empleado en el siglo XVI. Debe su nombre a la realizada por el maestro Guillem Sagrera en la torre noroeste de la Lonja de Mallorca, entre 1435 y 1446, probablemente el primer ejemplo hispánico, estando los primeros ejemplos realizados en la zona levantina. En el siglo XVI ya es empleada por arquitectos como Rodrigo Gil de Hontañón en la sacristía de la Catedral de Plasencia, Diego de Siloé en el Colegio Mayor del Arzobispo Fonseca, o Andrés de Valdenvira en la iglesia de Valdecarrillo, llegando incluso a pasa a América, donde la encontramos en las torres de la Catedral de México.

Está perfectamente documentada en los tratados de cantería y aparejos que circularon en España en los siglos XVI y XVII, como los de Alonso de Valdenvira, Martínez de Aranda, Juan de Aguirre, Joseph Gelabert o Juan de Portor y Castro, entre otros.

Este tipo de escalera es muy probable que  evolucionase de la de husillo (de la que tenemos ejemplo en los dos tramos siguientes) por la progresiva transformación del machón central, de su posición vertical, a un desarrollo helicoidal.

El modelo ha pervivido hasta el siglo XX como se puede apreciar (con matizaciones) en el caracol con ojo de una de las torres de la Sagrada Familia.
Los motivos de su origen son la búsqueda de una mayor luminosidad (cenital o proveniente de las ventanas laterales), según Perousse, o para el transporte de bultos o mejor circulación en lugares de reducidas dimensiones, según Palacios.

Acerca de las proporciones los maestros de la época dan varias interpretaciones, Gil de Hontañón lo hace en razón del cuerpo humano (concepción acorde con el pensamiento renacentista), Valdenvira se apoya más divisiones segmentarias circulares y Aranda solo se centra en la altura. La talla de cada escalón es más laboriosa que la de husillo. En la primera (husillo) con una plantilla sobre un bloque, tallando a escuadra la figura en planta, y rebajando posteriormente la que será la cara inferior, una vez montado. En la de Mallorca hay que emplear la plantilla por ambas caras del bloque, girándola en la inferior para que ocupe la planta del escalón siguiente, con el fin de definir lo que será el pasamanos de la moldura central.

Baptisterio

Alojado en parte inferior de la torre, su acceso se realiza a través de un arco de medio punto apoyado en pilastras que guardan una cierta similitud con las que sustentan la tribuna (quizás por emulación al levantar estas últimas). Está cubierta por una bóveda vaída rematada en su clave por una flor, que se asemeja con la que encontramos en lugares como los plintos de las columnas de la entrada principal.

Su disposición está en consonancia; tanto con la función iniciática que debe cumplir, como con la simbólica (que tenían muchas de las primeras iglesias cristianas peninsulares). De este modo la ubicación a los pies de la Iglesia nos remite al camino a seguir en la práctica sacramental. Mientras que su orientación hacia occidente se puede interpretar (entre otras razones), por la visión de Cristo como luz que rompe las tinieblas, relacionadas éstas con el oeste, entre las que destacaría mejor la luz del Reino de Dios. En este sentido la renuncia a Satanás en el rito bautismal, refuerza esta simbología.

En su interior se aloja una pila bautismal de piedra compuesta por las siguientes partes:

  • Una copa en la que se aprecian, enmarcados en cuadros, los escudos de Bustamante (el de trece roeles), Algarra (este causa más dudas, al distinguirse peor), el jarrón de azucenas de la iglesia de Toledo, junto a la mencionada flor de los plintos, situados todos en la entrada
  • Esta parte superior se apoya sobre un fuste acanalado que arranca de una basa en la que se diferencian una escocia y un toro (moldura convexa), que, a su vez, se apoyan sobre un pie cuadrado embutido en el suelo.

                                              Bibliografía

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  • PORTELA HERNANDO, Domingo, “Los grabados rupestres postpaleolíticos del “Martinete”, Alcaudete de la Jara. Toledo (España)”, en MARTÍNEZ GARCÍA, J. y HERNÁNDEZ PÉREZ, M. S. (Eds.), Actas del Congreso de Arte Rupestre Esquemático en la Península Ibérica: Comarca de los Vélez, 5-7 de Mayo de 2004
  • SÁNCHEZ JAIRO, Javier, Toponimia mayor de la tierra de Talavera, Ayuntamiento de Talavera de la Reina, Talavera de la Reina, 1999

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