Una torre fue mi cuna

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Historia en las escrituras

Las fuentes que nos ha ido legando la historia son abundantes. Si se rastrea en cualquier documento se pueden encontrar datos que informan sobre la configuración de la distribución y denominación del parcelario que se insertaba en el término de Alcaudete de la Jara. Topónimos que, en algunos casos se han perdido, o al menos una parte de los mismos. Este es el caso de los terrenos que pertenecieron en su momento al Hospital de Santiago de Toledo denominados Mondarga y Mondarguilla, para cuyo arrendamiento, Isidro Granda otorgó un poder especial a su paisano Luis Gutiérrez de Castro (a finales de 1820) con el objetivo de negociar ante el administrador de la citada institución benéfica de la Ciudad Imperial, Diego de la Torre, el arrendamiento de las tierras en cuestión[1].

Con el nombre de Mordazga aparece una posesión de la orden de Calatrava en el año 1484, institución de la que pasaría a la de Santiago e 1492. En las Relaciones de Felipe II, aparece este nombre nuevamente, ubicada a continuación de la dehesa del Concejo. Pertenecía al Hospital de Santiago de los Caballeros de Toledo. En el siglo XVIII el Catastro de Ensenada señala la existencia de las “dehesillas de Mordazga y Mordazguilla”, cercanas al caserío[2].

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Años más tarde, esta tierra, situada al sitio denominado Dehesilla, tenía 70 fanegas de extensión, y estaba delimitada por las tierras de Pedro Nolasco Mansi, por el sur y el este; con el camino que va al Membrillo por el oeste; y por el norte con la dehesa de Simón Villarroel. Los terrenos fueron privatizados por medio de subasta pública (en la fase de desamortización de tierras reactivada por Pascual Madoz en 1855), siendo adquiridos por el señor Mansi el 24 de diciembre de 1859, en representación del cual asistió a la recogida de escrituras Eustaquio Arnaiz (su agente de negocios)[3]

Quizá, aquellas Mordazga y Mordazguilla (o Mondarga y Mondarguilla) han legado el topónimo de Dehesillas, término que aparece, cuanto menos, en el ecuador de la Centuria de la Ilustración (S. XVIII). Un patrimonio inmaterial que, como todo el que engloban los terrenos de la jareña villa, guarda un pedazo de historia en su horizonte más profundo.

[1] Archivo Histórico Provincial de Toledo (AHPT), Protocolos notariales, año 1820.

[2] PICAVEA-MATILLA, E.: Orígenes y desarrollo de la señorialización en la villa de Talavera de la Reina y su tierra (siglos XIII.XV), Excmo. Ayto. de Talavera de la Reina Talavera de la Reina, 2007, págs. 227 y 232; VIÑAS, C. y PAZ, R.: Las relaciones Topográficas de Felipe II; ALFONSO SANTORIO, Paula: “Alcaudete en el Catastro del marqués de la Ensenada. Año de 1752”, en: Centenario. Alcaudete. 100 años de villazgo (1911-2011), Excmo. Ayto. de Alcaudete de la Jara, Talavera de la Reina, 2011 pág. 95.

[3] AHPT, Fondo Hacienda, 2030, Exp. 3

Algo más que un techo

La Catedral de La Jara tiene, simplificando mucho, dos estilos arquitectónicos, que, a su vez son testimonio de las técnicas de construcción que imperaban entre los coetáneos que se encargaron de su diseño y edificación. El más veterano es el gótico, sistema que llevaba siglos establecido en los territorios peninsulares de la Monarquía Católica y que llegaba a su canto de cisne en la centuria en que se construía el templo alcaudetano (siglo XVI).

No es posible definir globalmente la arquitectura gótica en base a los elementos que la configuran. No obstante, es evidente que algunos de ellos resultan arquetípicos en el contexto de modelos como puede ser las construcciones templarias.

Viollet-le-Duc planteó en el siglo XIX la teoría de los tres elementos que podían definirse como básicos en la arquitectura gótica: el arco apuntado, la bóveda de crucería y el arbotante. Este último es reemplazado en la iglesia de Alcaudete por contrafuertes macizos (quizá la herencia románica,  o simplemente la búsqueda de una sencillez que abaratara costes, pueden estar entre los motivos del empleo de estos elementos utilizados para contrarrestar fuerzas ejercidas por las bóvedas).

El arco ojival o apuntado ya había sido empleado en la arquitectura europea occidental románica de Borgoña, en Provenza, en Aquitania y en Poitou, por lo que fue incorporado a la arquitectura cisterciense. Frente al arco de medio punto, el apuntado reducía los empujes laterales, permitiendo una considerable verticalidad al nuevo estilo.

Aunque será la bóveda de crucería el componente que ha dado lugar a un mayor número de interpretaciones desde el punto de vista funcional y plástico. Se podría definir como una especie de bóveda de arista (que a su vez la configuran dos bóvedas de cañón) que se refuerza por los nervios diagonales cruzados en la clave. Se halla enmarcada longitudinalmente por arcos formeros y transversalmente por arcos perpiaños. Las ventajas de la bóveda de arista llevaron a los arquitectos medievales a experimentaciones que dieron lugar a la bóveda de crucería o de nervios, fundamento del sistema constructivo gótico. Consiste en la construcción de cuatro arcos haciendo un cuadrado y otros dos que se cruzan en diagonal. Las tradicionales bóvedas de arista transforman sus encuentros en nervios estructurales sobre los que se apoyan los paños de este tipo de techumbre, simple cerramiento ahora sin función estructural, lo que permite que los pesados arcos fajones anteriores se transformen en ligeros nervios principales.

Este diseño del edificio gótico, estructura esquemática de líneas verticales de esfuerzos en pilares y de líneas horizontales de transmisión exteriores a la construcción principal, arbotantes o contrafuertes, liberan a los muros tradicionales de su función de carga, convirtiéndose en simples cerramientos del espacio, lo que propició en muchos casos su sustitución por paños acristalados. Este genial equilibrio estructural se consiguió por el método de la prueba y el error, sin reglas teóricas muy elaboradas sobre su composición de fuerzas, e incluso sin un control claro del concepto de fuerza y de su línea de definición.

A partir de este esquema inicial se desarrollan la bóveda sexpartita, si se añade un tercer nervio transversal; de terceletes, cuando varios nervios parten de un mismo punto; o estrellada cuando los nervios secundarios se multiplican, dando lugar a claves secundarias.

En este punto es donde enlaza el templo jareño con una de las grandes corrientes arquitectónicas del Medievo peninsular. Según se avanza hacia el presbiterio, el arco triunfal (esto es, el que da paso de desde la nave al presbiterio) el visitante se encuentra con una bóveda de estrella que guarda mucha similitud con las que diseñaron arquitectos como Rodrigo Gil de Hontañón.

Comparativa

Hecha esta introducción se aporta una imagen con la descripción de cada uno de los elementos que componen la bóveda estrellada de la estructura templaria alcaudetana.

 

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Descripción de la bóveda que cubre el presbiterio del templo parroquial de Alcaudete de la Jara. Fotografía cedida por cortesía de Jaime Farelo

Como se puede comprobar, cada parte de la tectónica constructiva de un edificio tan cargado de siglos y arte es digna de valorar por la tradición que encierra en sí misma, fruto de cientos de años de trabajo manual e intelectual que los convierte en un tesoro patrimonial directamente proporcional a su longevidad, maestría, así como a las dimensiones resultantes.

 

 

Bibliografía

  • ALEGRE CARVAJAL, Esther, Técnicas y medios artísticos, UNED, Madrid, 2011.
  • BORRÁS GUALIS, G.M. “La arquitectura gótica”, en Ramírez (dir.) Historia del Arte. La Edad Media, Alianza, Madrid, 2002.
  • FATÁS, Guillermo y BORRÁS, M. Diccionario de términos de arte y elementos de arqueología, heráldica y numismática, Alianza, Madrid, 1998.