Una torre fue mi cuna

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Y se hizo la luz, en La Jara

A inicios del siglo XX la energía eléctrica buscaba asiento en tierras toledanas, con un retraso impropio de la velocidad que la caracteriza, probablemente por la falta de un conductor más importante que el cobre: el capital necesario para las infraestructuras.

Esta entrada energética tuvo dos focos fundamentales para la comarca. El primero de ellos tendría lugar en La Jara Alta, concretamente en el término de Sevilleja de la Jara, donde la empresa Hidroeléctrica de Ríofrío (creada hacia 1923) erigió una central eléctrica hidráulica (con un grupo de reserva de gas) no muy lejos de la zona de los Molinos de Ríofrio. De aquí partían dos líneas a 6.000 voltios, que surtían de corriente eléctrica a las localidades de Sevilleja, Gargantilla, Nava de Ricomalillo, Campillo de la Jara, Mohedas, Aldeanueva de San Bartolomé, Buenasbodas y Espinoso. Muy vinculada con la anterior, la Hidroeléctrica del Gévalo, creada hacia 1934, compaginó la titularidad con la anterior empresa citada hasta que en 1940 se encargaría en solitario de abastecer las poblaciones a las que surtía la Hidroeléctrica de Riofrío, labor en la que la antigua central fue sustituida por otra que se ubicó en el Jébalo, en el paraje conocido como El Martinete[1].

Descendiendo en altura, pero ascendiendo en latitud (en dirección norte), cerca del lugar donde los caudales impregnados con aroma jareño acarreados por ríos como el Jébalo y el Huso se suman a la muchedumbre hídrica que el Tajo arrastra hacia el poniente, se instaló una central hidráulica (que tenía un grupo auxiliar diésel) productora de energía eléctrica en el paraje conocido como Ciscarros, ocupando el espacio en el que se encontraban unos molinos de igual denominación. Pertenecía a la Sociedad Anónima Ciscarros (“Pepita”) que se creó en 1902, con razón social en Calera, inicialmente, para posteriormente cambiar esta sede a Oropesa. De este punto partían tres líneas de 6.000 voltios, una de las cuales cruzaba el Tajo para dirigirse hacia tierras de los antiguos Montes de Talavera, abasteciendo a Aldeanueva de Barbarroya, Belvís de la Jara, La Estrella y Alcaudete de la Jara[2].

De forma muy sintética estos fueron los inicios de la implantación en tierras jareñas de una forma de energía que hoy por hoy es vital para la mayor parte de las actividades humanas que se realizan en la zona. La descripción del proceso mediante el cual la red eléctrica se extendió a la mayoría de los hogares de esta comarca es un trabajo más complejo tanto en el aspecto cuantitativo (en cifras), como cualitativo (cómo tuvo lugar en cada localidad), que esta pequeña entrada pretende estimular.

Habitación

Frontal

La importancia de la electricidad ha ido en aumento, desde su empleo para actividades industriales y utilitarias del ambiente doméstico, hasta su empleo en tareas más específicas como puede se la musealización de restos arqueológicos. En la imagen inferior se reproduce una sugerencia para la presentación de un jarrón encontrado en la necrópolis de El Carpio (término de Belvís de la Jara), perteneciente a los inicios de la Edad del Hierro (siglos VIII-VI a. C. aproximadamente).

[1] QUIROGA GRANADO, Joaquín, Toledo, un siglo de luz, ARTS&PRESS, 2008, págs. 41 y 62.

[2] QUIROGA GRANADO, Joaquín, ob. cit., págs. 45-46.